Grullas cantando una jota

Recién llegado del norte de Extremadura, aterido aun por el frío, y sin perder de vista en mi memoria la imagen anhelada y bella de la esbelta grulla. Cargo sobre las teclas con la ilusión siempre viva de compartir la captura nueva. En esta ocasión he de confesar, que como en tantas otras; a las seis de la madrugada, a cinco bajo cero y totalmente a oscuras, no tuve conciencia clara del intenso frío que hacia, asta que terminados los preparativos de avituallamiento de un escondite permanente que mi buen amigo Mundo ya había dispuesto días atrás, en medio de una dehesa, con el buen criterio que le caracteriza. Me dispuse a esperar que amaneciera, para sorprender a las primeras grullas que a buen seguro, tenían que colonizar aquella zona. Ciertamente, con las primeras luces del alba y precedidos de un intenso vocerío que anunciaba su llegada, fueron repartiéndose el basto encinar varios bandos de grullas, que sin descuidar la guardia no tardaron en empezar a alimentarse escarbando en la húmeda tierra con sus fuertes picos. Tardó poco el sol en iluminar, que no en calentar, el lugar, y pronto se sucedieron una tras otra las típicas escaramuzas entre los machos de esta especie, que se desafiaban con posturas, saltos, alardes y persecuciones; que creo yo que estaban mas destinados, a combatir el frío que a demostrarse o disputarse algo.